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hope for churches in stress

Ajustando el rumbo I

Por medio de Jesús tenemos acceso directo a Dios (1 Pedro 2:9). Esta verdad, que recibe el nombre de “sacerdocio de todos los creyentes”, apoya la práctica de la colaboración en cuanto a discernir el rumbo en la vida de la iglesia.

Vemos en el Nuevo Testamento ocasiones en que se ha compartido el discernimiento. Ya sea en el cuidado de las viudas (Hechos 6:1-6), en el reajuste de la dirección (Hechos 13:1-3) o en la resolución de un asunto difícil (Hechos 15:1-29), los creyentes del siglo primero hablaban, oraban y ayunaban juntos para discernir lo que Dios tenía en mente.

¿Cómo podemos practicar nosotros esto en la iglesia de hoy?

En Transforming Power: Biblical Strategies for Making a Difference in Your Community [“Un poder transformador: Estrategias bíblicas para marcar una diferencia en su comunidad”], Robert Linthicum describe la estrategia de hablar con las personas de una en una para desarrollar un “poder de relación” que puede transformar a una iglesia y al mundo que la rodea.

Este enfoque se desarrolla por medio de las conversaciones de uno en uno con los líderes, las personas influyentes y las personas comunes y corrientes. La meta consiste en descubrir motivos de gozo y preocupaciones, adquirir un conocimiento más profundo acerca de la iglesia y la comunidad y crear una relación.

Es importante mantener un historial de esas conversaciones: el nombre de la persona, la información sobre la forma de hacer contacto con ella y su ocupación, y tomar anotaciones en una sola página sobre sus gozos y esperanzas, sufrimientos y preocupaciones, y cualquier otro comentario.

A medida que se acumulen los diferentes historiales, irán surgiendo las preocupaciones y los temas de interés comunes. Irá tomando forma un perfil de la iglesia. Se formará una descripción de la comunidad. Se harán evidentes los puntos de intersección entre la iglesia y la comunidad.

El siguiente paso consiste en reunir a las personas que tienen intereses comunes en reuniones por grupos. A los participantes se les da la oportunidad de contar sus historias, compartir sus sufrimientos, expresar sus convicciones y sus esperanzas, y comprometerse a actuar.

Las reuniones por grupos son un paso de transición hacia los equipos de acción, grupos de personas que se comprometen a actuar de manera directa con respecto a una preocupación específica. Las relaciones deliberadas, comprometidas y centradas en los equipos de acción le pueden dar vigor a una iglesia, junto con un rumbo determinado y una solidaridad, tanto para el ministerio interno como para la misión externa.

“Todo cambio realmente transformador”, sostiene Linthicum, “debe estar construido sobre la creación y el mantenimiento de unas relaciones fuertes.” Y por medio de estas relaciones, Dios puede transformar a su iglesia, a los vecindarios cercanos, e incluso a una ciudad entera.

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