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hope for churches in stress

¿Hasta cuándo...?

Nuestras añoranzas difieren. Sin embargo, todos tenemos una necesidad sin satisfacer, una oración sin respuesta, un sueño no cumplido. Y cuando se está desvaneciendo la esperanza, clamamos: “¿Hasta cuándo, Jehová?” (Salmo 13).

No estamos solos. Noé esperó la lluvia. Abraham y Sara desearon un hijo. José soportó la esclavitud y la prisión. Moisés huyó al desierto. David se escondió en el campo. Hubo un padre que estuvo a la espera de su hijo pródigo. Una viuda oprimida buscó justicia. El apóstol Juan vio un nuevo cielo y una nueva tierra.

Conociendo lo vulnerables que somos en esos momentos, el enemigo nos bombardea con dudas, recriminaciones y una narrativa falsa acerca de lo poco que valemos y nuestra aptitud para lo que hacemos (1 Pedro 5:8).

No se equivoque: Dios permite que esperemos porque tiene un propósito. Así refina nuestros motivos, edifica nuestro carácter y aumenta nuestra preparación. Así pone a prueba (y fortalece) nuestra fe. Y cuando sea el momento preciso, muchas veces nos concede los deseos de nuestro corazón (Salmo 37:3-4; Isaias 64:4).

O tal vez Dios quiera hacer algo que vaya más allá de nuestras expectativas. Él espera que dejemos a un lado nuestro “pequeño” sueño para abrazar otro mejor. A veces, si debe crecer algo nuevo, hay algo viejo que debe morir (Isaías 43:19).

De una u otra forma, podemos estar activos mientras esperamos. Podemos tomar un curso de estudios, desarrollar otras habilidades, adquirir más experiencia. Podemos ser fieles en “las cosas pequeñas” que tenemos a la mano (Zacarías 4:10; Mateo 25:21). Podemos perseverar en la oración y someternos más plenamente… hasta que deseemos a Jesús más que deseamos esa necesidad o ese sueño que no se ha cumplido (Génesis 22).

De una u otra forma, Dios sí proveerá. Y siempre vale la pena esperar.

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