Estudios superiores
Esta semana terminaré dieciocho meses de empleo bivocacional, trabajando como cajero en un supermercado local. Por decirlo así, esto ha sido el equivalente a cuatro semestres, dos años académicos de estudios superiores.
En mi lugar de trabajo descubrí un sentido de misión. Llegué a ver que servimos a las personas, en cualquier contexto que sea, a base de escuchar, ayudar, ser pacientes y compartir nuestra fe.
Hasta en los encuentros más breves, podemos ser canales de la gracia. Dicho en palabras de la Madre Teresa: «Nunca dejes que nadie acuda a ti sin marcharse mejor y más feliz. Sé la expresión viva de la bondad de Dios: bondad en tu rostro, bondad en tus ojos, bondad en tu sonrisa».
Si nos sentimos irritados por nuestras circunstancias, podemos abrazar el contentamiento, tal como lo expresaba un compositor: «Solo permanece quieto y espera su placer | en alegre esperanza con el corazón contento. | Él satisface tus necesidades hasta su medida más completa | con lo que su amor lleno de discernimiento te ha enviado…»
Cuando las exigencias del trabajo no encajan con nuestras capacidades, y nos tenemos que enfrentar a nuestras limitaciones, recordamos que Dios obra a través de gente con imperfecciones (2 Corintios 12:9).
Hay quienes celebran la terminación de un régimen académico con toga y birrete, una capucha multicolor y un nuevo diploma. Todos los que seguimos a Jesús nos podemos regocijar en una educación continua dirigida por el Espíritu Santo que nos empuja más arriba, más adentro y con más fuerza en nuestra fe y nuestro carácter (Salmo 71:17; Juan 14:26; 16:13-15; 1 Juan 2:27).