Testigos en nuestro lugar de trabajo
¿Cómo podemos compartir las Buenas Nuevas acerca de Jesús en nuestro lugar de trabajo?
En primer lugar, necesitamos escuchar. Estar atentos a las palabras. Les prestamos atención al ambiente, el aspecto externo y las acciones. Buscamos pistas que indiquen gozo, esperanza, ansiedad, temor o ira. Animamos a las personas para que relaten sus historias. Tratamos de conocer a las personas de todas las formas que nos sean posibles.
Somos activamente útiles. En nuestro trabajo, nos esforzamos por hacer las cosas lo mejor posible, sabiendo que un buen trabajo es un testimonio de la gracia de Dios. Y por encima de todo esto, nos esforzamos por ayudar a los clientes y a nuestros compañeros de trabajo con una medida «extra» de ayuda, sirviéndolos de todas las maneras posibles.
A veces, nos toca tener paciencia con la gente. Ya sea con incómodas excentricidades, con críticas humillantes o con dolorosas imposiciones, nuestro carácter va a ser puesto a prueba en nuestro lugar de trabajo. Cuando reaccionamos con paciencia y dominio propio, nuestro testimonio adquiere credibilidad.
Por medio de estas prácticas, nos abrimos camino para poder compartir la Palabra de Dios. Tal vez digamos unas palabras de consuelo. O demos aliento ante un buen esfuerzo. O apoyemos cosas que sean buenas y verdaderas. Tal vez compartamos algo de nuestra propia historia. Cuando llegue el momento, compartiremos la historia de Jesús.
Al relacionarnos con las personas de estas maneras, estamos esparciendo la semilla del Evangelio (Marcos 4:3–8,14). Otros seguidores de Cristo se encargarán de regarla (1 Corintios 3:6). Y Dios hará que la semilla de nuestro testimonio en un buen suelo germine, crezca y produzca fruto que lleve a la vida eterna.
Ese es el gozo que produce compartir la Buenas Nuevas en el trabajo.