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hope for churches in stress

El desaliento

Todos tenemos que luchar en ocasiones con el desaliento.

David se angustió después de una derrota (1 Samuel 30:6). Elías se sintió abatido después de una victoria (1 Reyes 19:4). Jeremías sintió desfallecer su corazón (Jeremías 8:18–9:1). Pedro lloró su falta (Lucas 22:62).

¿Qué podemos hacer?

En un momento de desaliento, yo estaba orando antes del amanecer. Hice una pausa para escuchar al Espíritu y en ese momento apareció en el horizonte el primer rayo de sol. Me vino a la mente un versículo: «La senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto» (Proverbios 4:18).

Entonces sentí que me decía el Espíritu: «Te rodea por completo la oscuridad, pero ya ha amanecido la luz. Dentro de unas pocas horas, el cielo estará resplandeciente, lleno de luz. Mantén los ojos fijos en la luz».

En medio del desaliento, podemos orar. El descanso físico y emocional es útil. Cuando el desaliento se hace más profundo y se convierte en depresión, necesitamos hablar con un consejero profesional.

Siempre necesitamos concentrarnos en la luz. Cuando leemos y escuchamos, e incluso aprendemos de memoria la Palabra de Dios, las verdades de la Biblia renuevan continuamente nuestra mente (Romanos 12:2).

Cuando escuchamos al Espíritu, sus inspiraciones directas también nos levantan el ánimo (Juan 10:2–4). Podemos llevar un diario con esas inspiraciones, orar para que se conviertan en realidad y mantener vivas nuestras esperanzas y expectativas (Salmos 5:3; 86.17; Lamentaciones 3:31–33).

Estas prácticas nos ayudan a ser cada vez más eficientes en cuanto a mirar, no las cosas que se ven, sino las cosas que no se ven… Y no nos abrumará el desánimo (2 Corintios 4:8–18).

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