Poder para permanecer
Hoy en día las vocaciones, incluyendo el ministerio, son complejas y llenas de estrés. Muchos las abandonan porque caen en un agotamiento nervioso o sufren presiones en su economía. Otros se quedan, pero se desconectan emocionalmente para poder sobrevivir.
Dios «nos salvó y nos llamó a una vida santa… por su propia determinación y gracia» (2 Timoteo 1:9). En la vocación que nos ha sido asignada, ¿cómo podemos adquirir ese «poder para permanecer»?
Es difícil imaginarnos que podemos permanecer en una vocación sin el Ayudador (Juan 14-16). Como requisito en nuestra preparación, pedimos y recibimos al Espíritu Santo (Lucas 11:11).
Al igual que Jesús, oramos mucho. Dios nos habla en su Palabra; nosotros le respondemos en nuestra oración. Y la intimidad con nuestro Padre se profundiza en la comunicación diaria (Romanos 8:15-17).
Nosotros solemos alimentar unas relaciones estrechas: si somos solteros, con nuestras almas gemelas; si somos casados, con nuestros cónyuges; si somos padres, con nuestros hijos. El llamado santo tiene lugar dentro de una comunidad (Efesios 5:25,29; 6:4).
Para tener un margen de seguridad económica, decidimos vivir por debajo de nuestros medios; es decir, damos con generosidad, vivimos con sencillez y confiamos en que Dios nos proveerá (1 Timoteo 6:6-8; Filipenses 4:19).
Sin olvidar nunca el sine qua non del poder para permanecer, nos sincronizamos con el patrón establecido por Dios en el cual se alternan el trabajo y el descanso. Separamos cuidadosamente nuestro tiempo sabático cada semana (Éxodo 20:8-11).
Nos rodeamos con la responsabilidad de rendirles cuentas a los demás. Honramos a los supervisores, buscamos mentores y entrenadores, y a base de cultivar una responsabilidad mutua, aprendemos de aquellas personas que han sido encomendadas a nuestro cuidado (Marcos 6:7).
A sabiendas de que la intimidad con Jesús se hace más profunda cuando nos sentimos desesperados por estar con Él, aceptamos con serenidad los desafíos y las adversidades (Filipenses 3:10).
Por medio de estas prácticas, perseguimos nuestro llamado santo, aun en medio de las presiones, y descubrimos que es realizador, fructífero, refinador… y sostenible.