Liderazgo y asociación
Lamentablemente, en cualquier grupo de seres humanos, del tamaño que sea, existe la tendencia a enredarse en formas de conducta que no son productivas. No hay un antÃdoto más efectivo para esto, que el indicado por el apóstol Pablo hace cerca de dos mil años.
En Efesios 5:21-33, el apóstol señala dos contribuciones que son esenciales para que haya una buena dinámica en los grupos. Por su aplicación a dos grupos concretos, es evidente que Pablo comprendÃa que esto es cierto para todos los grupos, cualquiera que sea su tamaño, desde una simple pareja, como en el matrimonio, hasta un número incontable de millones, como en el caso de la Iglesia. En todo grupo debe haber liderazgo, y también debe haber asociación.
El apóstol insiste en que tanto el liderazgo como la asociación se deben ejercer de una manera particular. Los lÃderes deben guiar como lo hace Cristo. Los que se asocian entre sà deben contribuir, como lo hace la Iglesia (en su mejor situación).
Es esencial que los lÃderes guÃen como lo hace Cristo. Cuando acepta el liderazgo con humildad, lo ejerce con cuidado y lo fortalece con bondad, el lÃder está imitando el liderazgo de Jesucristo en cuanto a servir con sacrificio.
Es igualmente vital el que el pueblo que forma la comunidad de fe conteste a esta actitud con una asociación deliberada. Tal como lo describiera el apóstol Pablo, la Iglesia se asocia con Cristo en una comunicación plena; esto es, por medio de la oración. La Iglesia está totalmente asociada a la obra de Cristo, continuando su misión en la tierra, que de hecho le ha sido encomendada. Y la Iglesia se asocia a Cristo en plena identificación con su pensamiento y su EspÃritu.
El resultado de esta colaboración complementaria, y la medida de su éxito, consiste en que todos los miembros del grupo se sometan unos a otros, movidos por su reverencia hacia Cristo.
