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hope for churches in stress

El silencio

En las poéticas cadencias de Eclesiastés 3:1–8, el Predicador afirma que hay un tiempo para el silencio. La mayoría de nosotros tenemos práctica en cuando a hablar, pero el silencio es algo totalmente distinto.

Una simple chispa de angustia puede provocar todo un incendio de incomprensión cuando alguien, incapaz de reconocer que hay un tiempo para guardar silencio, disemina un punto de vista torcido con la boca, un texto, un mensaje electrónico o Facebook. Una lengua sin freno en la murmuración o en la internet puede causar un daño inmenso.

Cuando un grupo en autoridad acuerda mantener la confidencialidad, ¿con cuánta frecuencia se rompe este compromiso compartido? Bajo la presión de la desconfianza (o de una incesante curiosidad), hay líderes supuestamente maduros y responsables que no son capaces de cumplir con ese tiempo de guardar silencio.

En los tiempos en los cuales los líderes no lo pueden contar todo, y andan volando los rumores, el deseo de explicar se vuelve poderoso. Aunque se formen ondas de incomprensión que toquen a los líderes, las defensas para justificarse ellos mismos solo sirven

para agrandar el problema. Es hora de guardar silencio.

En la Biblia hay unos silencios notables que nos pueden inspirar. Podemos escuchar sin interrupción el punto de vista de los demás (Hechos 15:12). Nos podemos resistir ante el deseo de dar nuestra opinión, aunque solo sea durante una semana (Job 2:13). Nos podemos quedar callados mientras pasamos por una temporada de angustia (Ezequiel 24:20–27). Bajo la presión de unas falsas acusaciones, también podemos guardar silencio (Isaías 53:7; Marcos 14:61).

Nosotros, los que seguimos a Jesús, tenemos la esperanza de que pronto llegará el día en el cual los carbones encendidos de la gracia santificadora de Dios purificarán incluso nuestras lenguas (Isaías 6:6; Santiago 3:2).

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