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hope for churches in stress

Una profunda redención

En el ministerio, como en la vida, suceden cosas malas. Nos podemos encontrar con interrupciones, acusaciones, chismes, traiciones e incluso despidos.

En esos momentos nos ataca un enemigo mortal. «Parecen leones ávidos de presa, leones que yacen al acecho» (Salmo 17:9-12; 1 Pedro 5:8).

Sucumbiendo ante su astucia, culpamos a otros por nuestras aflicciones. Movidos por la ira, tomamos represalias. O atrapados en el resentimiento, nos distanciamos de nuestros detractores y adversarios.

Centrar nuestra animosidad en la gente es un error. Los propósitos de Dios, que son mayores, son los que están funcionando. Escribiendo en una prisión nazi, Dietrich Bonhoeffer describió el epicentro de su fe: «Necesito ser capaz de saber con toda seguridad que estoy en las manos de Dios, y no en las de la gente».

De hecho, Dios está obrando para nuestro bien: refinándonos, purificándonos, separando el grano de la paja y podándonos (Malaquías 3:2-3; Mateo 3:11-12; Juan 15:1-2). Tal como escribiera también Bonhoeffer. Dios siempre nos lleva «por las sendas mejores y más rectas hacia la santidad».

En medio de nuestra angustia, muchas veces experimentamos una imprevista intimidad con nuestro Padre Dios. Él viene a nuestro encuentro, nos consuela, nos instruye y hasta es posible que nos «llame» a nuevas empresas.

Somos perdonados, cambiados y consolados. Fortalecidos por esta profunda redención, podemos soportar la carga de las palabras hirientes y las conductas difíciles, vencer al mal con el bien y, en lo que de nosotros dependa, vivir en paz con todos (Romanos 12:18, 21).

En el día de la calamidad, el Señor nos rescata, porque se deleita en nosotros (Salmo 18:18-19).

Las citas de Bonhoeffer han sido tomadas del libro Letters and Papers from Prison

(The Macmillan Company, 1967), páginas 99 y 206.

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